Autor: Angela López

  • Tierra de vida y reconstrucción territorial Muruy-Muina

    Tierra de vida y reconstrucción territorial Muruy-Muina

    • Ángela Patricia López Urrego (Muina-Muruy, Universidad Nacional de Colombia sede Amazonia); Gil Farekatde Mariba (Muruy de La Chorrera)
    • Estos mapas nos introducen en el pensamiento espacial Muina-Muruy, evidenciando la existencia de marcos y sistemas de referencia distintos a las cartografías convencionales. Con una mirada decolonial, invitamos a aproximarnos a los saberes espaciales indígenas, fundamentales para comprender sus territorialidades y territorios en sus propias lógicas.

    • 1. Territorio de origen de los Murui y Muina
      2. Orientaciones en el marco de referencia espacial del pensamiento Muruy
      3. Estructura espacial de kaɨ iyɨkɨno -la Tierra- y de kaɨ iyano -territorio- desde el pensamiento Muruy

    • Enɨrue joreño para los Muina-Muruy significa espíritu o alma del territorio, y es la expresión utilizada para referirse a las representaciones territoriales, Indígenas o no Indígenas. A la vez, kuemo duide, la territorialidad, se refiere al proceso social y vital de relacionamiento con el espacio habitado en kaɨ iyɨkɨno (nuestro mundo o chagra redonda: la unidad espacio-temporal primordial), la práctica de “tejer territorio”. El espacio tejido, apropiado, habitado por el kaɨmakɨ es kaɨ iyano, donde esta especificidad social dentro del abaɨkɨ (sociedad humana) desarrolla su urukɨ (conocimiento).

      Desde una mirada decolonial, estos mapas o enɨrue joreño son expresiones gráficas que encapsulan la experiencia indígena de habitar el mundo a partir de sus propios pensamientos espaciales. En el pensamiento Muina-Muruy, kaɨ iyano así como kaɨ iyɨkɨno se configura como una estructura vertical compuesta por cuatro submundos, cada uno portador de valores simbólicos y funcionales. Inɨe, el núcleo, representa el espacio físico y espiritual donde se concentra la energía primordial y se gestan las palabras mágicas que transforman la materia. Nanɨe, el inframundo, actúa como umbral de transición, depositario de energías negativas que, paradójicamente, salvaguardan la vida al marcar los límites entre lo bueno y lo malo. En binɨe, el mundo del centro, se materializa la palabra de Moo, el creador, haciendo palpable la espiritualidad y consolidando el equilibrio vital a partir del origen de los seres vivos (humanos y no humanos). Finalmente, moona, el espacio que abarca el cielo, se erige como el dominio de los seres espirituales que custodian la memoria ancestral y vinculan lo terrenal con lo divino. Esta estructura de submundos configura una cosmovisión integral, en la que el territorio se vive y se siente como un cuerpo vivo y relacional.

      Los conocimientos sobre estos cuatro mundos, transmitidos por los sabedores en las narraciones de origen, se organizan en torno a cuatro Casas que estructuran la unidad territorial de los Muina-Muruy. La aanabiko, o Casa del Conocimiento de abajo, acoge los saberes de inɨe y nanɨe, territorios que, por sus peligros inherentes, han sido históricamente prohibidos. La biko, Casa del medio, se vincula al conocimiento del mundo de la vida, donde se articulan las grandes Casas de los Nɨmeirama, símbolo de la continuidad y regeneración. Por último, la kaifobiko, o Casa del Conocimiento de arriba, custodia los saberes relativos a moona, articulando la relación entre los seres espirituales y los Nɨmeirama. Cada sociedad que habita kaɨ iyɨkɨno posee su propia Casa, lo que configura un sistema de gobierno y organización basado en el saber sobre kaɨ iyɨkɨno, dotando al territorio de una estructura simbólica y funcional única que resiste las imposiciones externas.

      A partir de estas referencias espaciales, los Muina-Muruy, dos sociedades ancestrales de origen común –komɨnɨy dɨonuy urukɨ, o «gente humana de tabaco»– entienden su territorialidad a partir del mandato del Creador, Moo, quien no solo dio vida a sus primeros ancestros, Muruima y Muinaima, sino que también les confirió la responsabilidad de cuidar el mundo. Este legado, expresado a través del kuemo duide, se encarna en la vivencia del territorio y en la capacidad de tejer conocimiento en un espacio de vida. El territorio donde se originaron los Muina-Muruy está situado en el interfluvio Uriyanamani-Kudumani (actual Caquetá y Putumayo). Lejos de ser un mero vestigio de tradición, esta visión del territorio se configura como un proceso de continua resignificación, en el que la diversidad lingüística y cultural de sus sociedades se expresa en prácticas, creencias y saberes que confieren al espacio un valor inestimable, en constante tensión entre lo ancestral y lo contemporáneo.

      Estos mapas Muina-Muruy muestran que la territorialidad Indígena no se reduce a la mera apropiación física del espacio, sino que es un proceso dinámico y vital en el que el pensamiento, la oralidad y la agencia se conjugan para construir un (multi)territorio vivo. En este sentido, el ejercicio de representar gráficamente estos conocimientos no solo cuestiona las narrativas dominantes sobre el espacio, sino que también abre paso a una nueva forma de entender el habitar, donde lo Indígena es en sí una diversidad de ontologías, epistemologías, re-existencias y resistencias, reafirmando la importancia de una mirada plural y descolonizadora en el estudio y comprensión de las espacialidades Indígenas.

      Este mapa se entreteje con el siguiente texto: Farekatde, G., & López-Urrego, Á. (2022). Tierra de vida, fronteras y reconstrucción territorial Muruy-Muina. In C. Zárate, J. Apónte, & N. Victorino (Eds.), Fronteras sin muros ni hegemonías: encuentros entre la Amazonia, América y Europa (pp. 401–418). Universidad Nacional de Colombia.

  • Sobre la gente de tabaco y coca en Ditichi (Leticia, Colombia)

    Sobre la gente de tabaco y coca en Ditichi (Leticia, Colombia)

    • Ángela Patricia López Urrego (Muina-Muruy, Universidad Nacional de Colombia sede Amazonia); Gilberto López Ruiz "Kaɨmeramuy" (Muina-Muruy)
    • Estos mapas, producto de la memoria de mi padre “Kaɨmeramuy” y de mis abuelos, hace parte de una investigación que busca comprender como una sociedad Indígena teje su territorialidad en el espacio urbano fronterizo de Leticia, Colombia. Desde una mirada decolonial, es una expresión territorial de la historia de una relación vital de esta sociedad con Ditichi (Leticia en Magütá).

    • 1. Huellas de la llegada de la Gente de Centro Ditichi, en la primera mitad del siglo XX. Elaborado por: Gilberto López Ruiz «Kaɨmeramuy» (Muina-Muruy)
      2. Direcciones de desplazamiento de los Muina-Muruy por la violencia cauchera. Elaborado por: Gilberto López Ruiz «Kaɨmeramuy» (Muina-Muruy)

    • Estos mapas son el resultado de una profunda reflexión de Kaɨmeramuy acerca de la llegada de los Indígenas de afinidad cultural “Gente de Centro” –conocidos también como Muina-Muruy– a Ditichi, territorio ancestral de los Magütá, hoy Leticia. Se fundamentan en el polílogo vivo entre diversos pensamientos Indígenas, expresados en el resguardo Tikuna-Uitoto y en las Casa Grandes o malocas presentes en la frontera amazónica. Su elaboración no es meramente técnica ni descriptiva, sino que se teje con experiencias personales y familiares, entrelazadas con las historias de aquellos que, a través de relatos orales y memorias, han marcado un antes y un después en la configuración cultural y territorial de Leticia. Este relato familiar se inserta en una narrativa mayor de resistencia y transformación, en la que la memoria se erige como instrumento de reivindicación contra las imposiciones coloniales que han intentado borrar identidades y reconfigurar territorios según lógicas ajenas.

      Mi padre, a través de estos mapas, narra con una mezcla de dolor y esperanza, la historia donde sus padres, junto a sus abuelos, fueron arrancados de su territorio ancestral en La Chorrera y llevados como esclavos desde el Predio Putumayo hasta el Perú a comienzos del siglo XXI. Algunos Muina-Muruy, desplazándose en canoas por los afluentes amazónicos y caminando a través de la selva, lograron escapar del genocidio cauchero hacia otros lugares o se refugiaron en la selva. Mis abuelos, padres de Kaɨmeramuy, fueron parte del primer grupo Muina-Muruy que arribó a Ditichi a mediados del siglo, huyendo de la evangelización que se ahora dominaba su territorio ancestral. En Leticia, vivieron la colonización de la frontera y la reducción de los Indígenas al proyecto nacional. Sufrieron ante las fuertes represiones contra sus culturas, incluida la prohibición de la lengua propia. Esta negación, en particular, impactó profundamente en la transmisión de saberes ancestrales a las nuevas generaciones y dejaron una herida profunda en la continuidad cultural de muchos Indígenas nacidos en Leticia.

      Los primeros Muina-Muruy que arribaron a Ditichi se asentaron en los márgenes de la naciente ciudad, en zonas rurales que hoy han sido absorbidas por la urbanización (moderna). Allí, construyeron sus viviendas y la primera Casa Grande Muina-Muruy de la frontera. En este asentamiento mantenían vivas prácticas culturales fundamentales: el cultivo en la chagra, la cacería, los rituales, lo bailes y otras prácticas culturales transmitidas de generación en generación, marcando un tiempo de comunalidad y hermandad en el que las fronteras nacionales para ellos eran desconocidas. En ese espacio se asentó la palabra y el espíritu de la cultura Muina-Muruy, donde los mayores, en ceremonias sagradas, compartían su saber con aquellos que se preparaban para forjar una nueva identidad en un territorio que, aunque se transformaba y urbanizaba, mantenía la esencia de un legado cultural que trasciende la mera ocupación del suelo.

      La llegada de esta sociedad al área urbana de Leticia, enmarcada en un proceso de desplazamiento forzado impulsado por un programa de colonización, coincidió con la época en que Brasil comenzaba a delinear y reconocer sus propios límites, intensificando la presión sobre la población Indígena. Además, se vieron subordinados a un sistema educativo y religioso dominado por la iglesia, que ejercía un control casi absoluto mediante el uso de la palabra, la fe y la coerción. Esta imposición de un modelo externo dejó una marca imborrable en la historia de la identidad cultural, evidenciando las profundas cicatrices de una colonización que se extendió no solo sobre la tierra, sino también sobre la mente y el cuerpo de quienes la habitaban.

      En este sentido, la investigación doctoral en la que se articulan estos mapas se erige como un acto de resistencia y reivindicación que, en el espacio urbano fronterizo de Ditichi/Leticia, busca visibilizar las historias y espacialidades de las territorialidades Indígenas transfronterizas presentes. Desde una mirada crítica y decolonial, esta investigación dialoga con los saberes y memorias Indígenas que aún resuenan en cada palabra, en cada gesto, y en cada trazo de sus representaciones, recordándonos que la identidad y el territorio son construcciones vivas y en constante transformación.

      Estos mapas se entretejen con el siguiente texto: https://revistas.unal.edu.co/index.php/imanimundo/article/view/63351